miércoles

uno

Ya estuvo bueno.

Tengo que sosegarme, sentarme y contarte antes de que se me olviden, todos estos sueños salado arenosos de las marismas frías del norte y los húmedos carnavales del sur. Sueños, recurrentes siempre todos los octubres y todos los noviembres. Cuando añoras la cálida arena negra y el jugo de pipa con guaro campesino de allá del sur, bien al sur, en Boca Barranca. Sueños que regresan al sentir el fresco de estas costas califórnicas, oro amarillenticas, justo el día de tu cumpleaños.

Se mete el sol detrás de las islas frías de enfrente, con sus grises colonias de lobos, focas, elefantes y sus guturales sonatas; e impasibles pelícanos vigilánticos con su elegante vuelo coqueteando con la espuma blanco amarillenta. Las playas del pacífico norte.
La neblina espesa, entera, anti-desvanece detrás del nacer de las olas y con la gracia de una manta empieza a deslizar silenciosa por los humedales del estero negro pegada al cerco de metal. Se extiende muda inexorable y sube por la avenida de todas las colonias, de todos los territorios, de todas las esperanzas. La luz de la luna, al penetrarla crea formas como de espigados fantasmas entre los riscos de los miradores y de las altamiras; luego empieza a bajar por todos los cañones perdidos, de las flores, de los Juan soldados, de las soledades. Y termina por detenerse justo afuera de la iglesia Ethel, a un lado de las Adelitas, enfrente del bar Infierno. Como si una gigantesca barrera de millones de guerreros invisibles se hubieran apretujado por todos los rincones desde San Ysidro hasta la iglesia, para detener su avance.

Ejército de necesidades, de arrepentimientos, de rezar todos los primeros de noviembre por sus santos inocentes, y dormirse otra vez conteniendo la rabia de no poder regresarse. Sin duda ejército trashumante, que se multiplica a cada minuto con las almas y los pecados de todos esos cuerpos jóvenes-inocentes-firmes-maduros-flácidos-viejos-secos que por años-lustros-siglos han habitado estas laberínticas madrigueras-cuevas-cuartos-vecindades; que corren el diario veloces y hambrientos por las causas desesperadas de todos los días, como inconscientemente buscando llegar a la orilla del risco y saltar buscando despegar volar.

Escapar.

Luego entonces, la infinita mitad de un instante y sientes la frialdad del concreto. Tu cráneo se pulveriza, implosiona; y lo último que alcanzas a ver es una araña patona disolverse en tu córnea-iris-cristalino-esclerótica-completita.

Morir.

4 comentarios:

Esquina Tijuana dijo...

Me gustan estos relatos-textos-cuentos-narraciones o como les llames. Me gusta tu creacion literaria (uyuyuy). Escribeme cuando tengas tiempo para pasarte la liga de una convocatoria a la que quiza te interese entrar (hoy carezco de tildes-acentos). Saludos frios.

Bencomo dijo...

Orale, muy buena onda gracias.
Ya te escribo,
Un abrazo

Ana Corvera dijo...

me gusta el ritmo de su prosa, mi estimado bencomo. aquí seguré visitándole

Bencomo dijo...

gracias por la visita Ana y por tu comentario,